Para qué sirve una buena reputación 0 930

El término “licencia social para operar”, un concepto que está en las antípodas de los liderazgos dominantes propios de machos alfa que han leído demasiados manuales sobre el arte de la guerra y otras habilidades castrenses en las que se requiere mucha testosterona, algo de maquiavelismo y muy poco pensamiento crítico.


Hace un par de semanas asistía, gracias a una invitación de José María Zambrano y de Ana Salazar, a una charla en Sevilla en la que el consultor Pau Solanilla presentaba su libro ‘La república de la reputación’, un texto que acabo de leer y sobre el que quería exponeros algunas ideas.

El ensayo reflexiona sobre algunos de los desafíos a los que se enfrentan las sociedades modernas (desinformación, posverdad, crisis de confianza en los liderazgos, poder excesivo de las nuevas plataformas sociales y de los algoritmos…) v reivindica el sentido común, la mesura y la sobriedad como herramientas fundamentales para superar este escenario público que vivimos de confrontaciones, polarización ideológica y populismo de trazos gruesos.

El texto defiende la importancia de cuidar en este nuevo escenario un intangible imprescindible para sobrevivir en él: el de la buena reputación, aquella que permite que las empresas, las instituciones y los líderes políticos y sociales obtengan lo que él define como una ‘licencia social para operar’, es decir, para lograr la confianza en ti de tu comunidad y de quienes te rodean.

La licencia social para operar

Me gusta este término de la licencia social para operar, un concepto que está en las antípodas de los liderazgos dominantes propios de machos alfa que han leído demasiados manuales sobre el arte de la guerra y otras habilidades castrenses en las que se requiere mucha testosterona, algo de maquiavelismo y muy poco pensamiento crítico.

Pau Solanillas, a la izquierda de la imagen, junto a José María Zambrano, en la presentación en Sevilla de su libro ‘La república de las emociones’.

Solanilla apuesta más por los liderazgos abiertos, inclusivos y transparentes que nacen desde la coherencia, la autenticidad y la empatía, virtudes blandas que suelen ser más eficaces que las que definen los liderazgos autoritarios basados en el ordeno y mando.

Estas habilidades sostienen el edificio de esa república de la reputación de la que habla el autor, un territorio en el se persigue la confianza necesaria para construir una marca desde el ejemplo y el compromiso ético.

La primacía de lo emocional

En esta búsqueda no hay un combate entre lo emocional y lo racional. Ambos se retroalimentan. Y son tan necesarios el uno como el otro. Pero es evidente que los buenos liderazgos se centran en buscar una conexión que vaya más allá de las cuentas de resultados. Aspiran a trascender y a conectar emocionalmente. Aspiran a inspirar. Prefieren conversar y escuchar antes de tomar decisiones. Y buscan el compromiso de los suyos mediante el fortalecimiento del sentido de pertenencia y orgullo a la organización.

La búsqueda de la buena reputación se convierte, así, en la búsqueda de un propósito que sintonice con los valores sociales emergentes y que sea capaz de trasladarse a la sociedad con mensajes directos y sencillos, no con discursos desangelados y huérfanos de vida, sino a través del mayor arma de persuasión masiva con el que cuenta el ser humano: el del poder de contar y de narrar historias.

El poder de las historias

Solanillas es consciente de que las historias conectan a las audiencias como no lo hacen ni los datos fríos ni las frases empalagosas y vacías que pueblan los discursos de tantos dirigentes políticos y sociales. Y pone ejemplos tan dispares como el de Pepe Mújica o el de Steve Jobs para reivindicar la capacidad de inspirar a los demás desde la autenticidad y desde la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, entre el storytelling y el storydoing.

Cada día más, los ciudadanos exigen que les traten como a mayores de edad y no como a unos adolescentes con síndrome de Peter Pan a los que se les puede engañar con discursos de vendedores de crecepelos. Están hartos de que les quieran vender mercancía caducada. Y reclaman líderes políticos y sociales de los que se puedan fiar.

Un consejo, si os preocupan estos temas, no dejéis de leer este ensayo.

Autor: El blog Blanco

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