ESG, nuevo paradigma de las inversiones en el mundo post COVID19 1 1694

ESG

Los temas ESG cada vez tienen más importancia en la agenda pública y de la gestión del negocio. Según la encuesta publicada por EY, el 97% de los inversores tiene en cuenta la información no financiera de las empresas en sus decisiones de inversión y el 89% cree que las cuestiones ESG son más valiosas en momentos de volatibilidad y corrección de los mercados. 

En el marco de los efectos que está produciendo el COVID-19, el rol de las empresas en términos de cómo, con su actividad, apoyan la transición al “new normal” y etapas posteriores está cambiando vertiginosamente. Asimismo, los inversores que ya venían situando los temas medioambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés) dentro de su visión holística de inversión están reevaluando su aparato de análisis y gestión.

De acuerdo a la encuesta publicada por EY, el 97% de los inversores tiene en cuenta la información no financiera de las empresas en sus decisiones de inversión y el 89% cree que las cuestiones ESG son más valiosas en momentos de volatibilidad y corrección de los mercados. En este contexto, nos planteamos dos preguntas clave en torno a qué tan relevantes son los aspectos ESG en el cambio de paradigma que supone la crisis del COVID-19 y qué cuestiones deberán tener en cuenta los inversores para enfrentarse al nuevo escenario.

Los temas ESG continúan siendo parte importante de la agenda pública y de la gestión del negocio. La red internacional de Naciones Unidas sobre Principios para la Inversión Responsable (UNPRI) ha especificado que la respuesta de inversores en relación al COVID-19 debe tener dos focos claros:

 i) acciones de corto plazo que a la vez aseguren el correcto mantenimiento de las prioridades ESG

ii) atención a una fase futura de recuperación que genere outcomes sostenibles.

Los inversores ya venían situando los temas medioambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés) dentro de su visión holística de inversión están reevaluando su aparato de análisis y gestión.

Así, hace unos días el Comisario de Justicia de la Unión Europea, Didier Reynders, anunció que se introducirá una iniciativa legislativa sobre debida diligencia obligatoria en temas como gestión medioambiental o de derechos humanos tanto en el propio negocio como en la cadena de suministro y que esta norma entraría a formar parte formará parte del paquete de recuperación COVID-19 de la UE y se incorporaría al Green New Deal. Cabe destacar que esta prescripción tendría un carácter independiente de la Directiva Europea de Reporting No Financiero.   

De esta misma forma, un grupo de inversores institucionales que representa a más de 9 billones de dólares de activos bajo gestión ha publicado una declaración a raíz de la pandemia actual, en la que reconocen que la viabilidad de sus inversiones está intrínsecamente vinculada al bienestar de sus stakeholders, incluyendo empleados, proveedores, clientes y comunidades donde operan. Incluyen entre los temas relevantes a tener cuenta para aliviar los efectos de la crisis, la priorización de la salud y seguridad de sus empleados, el resguardo de puestos de trabajo o la necesidad de trabajar en conjunto con proveedores y clientes.

Se puede ver que el compromiso con la gestión responsable que tome en cuenta aspectos ESG continúa siendo una piedra angular para los diferentes actores públicos y privados. Ahora bien, resulta evidente que la materialidad y lo que es crítico ha sufrido variaciones. Los temas que merecen mayor atención tanto para asegurar la continuidad del negocio como para reforzar la inversión responsable deberán mirarse a través de un prisma diferente a partir de ahora.

El 97% de los inversores tiene en cuenta la información no financiera de las empresas en sus decisiones de inversión y el 89% cree que las cuestiones ESG son más valiosas en momentos de volatibilidad y corrección de los mercados.

La infraestructura del riesgo no financiero: Los marcos de identificación, evaluación y control han demostrado no estar lo suficientemente preparados para gestionar la actual situación, especialmente porque los sistemas internos no equiparan la gestión financiera y no financiera. Esto ha llevado, en muchos casos, a la adopción de estrategias reactivas en vez de proactivas.

Cadenas de suministro más resilientes:  La crisis ha puesto de manifiesto que muchas organizaciones no tienen un control exhaustivo y robusto de los impactos causados a lo largo de su cadena de valor. De acuerdo al Institute for Supply Management, el COVID-19 ha causado estragos y disrupciones en al menos el 75% de proveedores y subcontratistas. Entre los pasos que deben darse para asegurar que el efecto no continúe ensanchándose se encuentran la medición continua de indicadores que demuestre la buena gestión ESG en la cadena de suministro así como la creación de alianzas que permitan la implementación de planes conjuntos.

Prioridad absoluta a la gestión de derechos humanos: Uno de los ámbitos que sufrirá un mayor impacto con la crisis es el de derechos humanos, tanto en la actualidad como en los tiempos que siguen. Hoy, existen derechos que tienen un mayor riesgo de vulneración tales como el derecho a la salud, a la educación, el derecho a condiciones laborales justas, los derechos de personas migrantes, el derecho a la privacidad o el derecho a la información. Los marcos de control de riesgos de derechos humanos deben fortalecerse a la vez que se implementan due diligence efectivas, especialmente en países con alto riesgo.

Revisar el propósito corporativo…o descubrirlo: Hace alrededor de una década comenzaban a surgir los primeros cimientos de lo que hoy conocemos como propósito corporativo y que se entiende como el proceso por el que se define la contribución específica de una empresa a un impacto relevante para sus grupos de interés. Esto, a su vez, responde al “por qué” de la organización, a su razón de existir. Más recientemente el Foro Económico Mundial lanzó el Manifiesto de Davos que retoma la idea de que el propósito de las empresas es “colaborar con todos sus stakeholders en la creación de valor compartido y sostenido”. Es imperante que, con las enseñanzas del momento, se examine si las acciones que se están acometiendo -y se continuarán implementando- responden al propósito corporativo y aún más, en caso de que no se tenga, se replantee su descubrimiento. Es un paso necesario en el proceso de recuperación de confianza y reconexión con los públicos.

En el marco de los efectos que está produciendo el COVID-19, el rol de las empresas en términos de cómo, con su actividad, apoyan la transición al “new normal” y etapas posteriores está cambiando vertiginosamente.

Necesidad de alianzas…ahora más que nunca: Es probable que la crisis de COVID-19 tenga un gran impacto negativo en la implementación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. El Pacto Mundial realizó un resumen de los efectos esperados de la pandemia en la implementación de los ODS, entre los que incluyen: pérdida de ingresos que lleva a los segmentos vulnerables de la sociedad a caer por debajo de la línea de pobreza (ODS 1), aumento de los niveles de violencia contra las mujeres (ODS 5),  desempleo en ciertas ocupaciones y reducción de salarios (ODS 8), reducción del compromiso con la lucha contra el cambio climático (ODS 13), entre muchos otros.

Si ya de por sí el desempeño de los países en relación a la Agenda 2030 necesitaba ser mejorado, la situación actual nos demanda una aproximación más fresca y rápida. Precisamente, las alianzas de los sectores público y privado y de la sociedad civil son una de las aristas primordiales para el progreso: alianzas para descubrir nuevos modelos de negocio y productos (más responsables), para lograr cadenas de suministro fuertes o para potenciar las soluciones a impactos sociales y medioambientales clave.

No olvidemos el reporting corporativo: Rendir cuentas continúa siendo una prioridad en el negocio. Los stakeholders continuaran demandando información. Los próximos meses serán clave para adaptar los sistemas de control de información e indicadores no financieros para que el reporting refleje los resultados de los planes y acciones que se están implementando para minimizar los daños ocasionados.

Fuente: EY

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