Más de 60 días de confinamiento han mermado nuestro estado de conciencia, de los que han podido seguir trabajando o de los que han tenido que parar, de los que cae sobre sus espaldas el mantenimiento de su familia o del de sus trabajadores.
Estamos volviendo a rutinas anteriores con un enorme grado de incertidumbre, lo que podemos hacer o no, pero sobre todo del mercado al que nos enfrentamos. Mercado que ha cambiado, que ha desaparecido o que nos ha expulsado. Quizás el 60% de esta última frase no sea cierto. El mercado lo hemos parado nosotros por una urgencia sanitaria y ahora tenemos que construirlo de nuevo. Todo un reto, una desgracia o una oportunidad para apostar por uno que sea más agradable.
Muchas personas van a perder su trabajo, si no lo han perdido ya. No podemos mandarle un mensaje de que esto es una oportunidad, pero sí a los que tenemos capacidad para dirigir empresas, de que es necesario revisar nuestra visión, definir la misión y objetivos, diseñar sistemas de organización empresarial más ágiles, aprovechar al máximo todas las soluciones digitales, y explotar las palancas tecnológicas para incrementar la generación de valor, la eficacia en la producción y la competitividad en la comercialización.
Con apatía el mercado no funciona, ni aunque el BCE inyecte camiones de liquidez a los Bancos. Construir un nuevo negocio en un clima de alta incertidumbre, con desconfianza, con tristeza, no es el sistema más idóneo de crecimiento. La administración del Estado tiene que enfrentarse a un aumento del gasto sanitario y social, a la vez que una disminución de sus ingresos sin precedentes.
El llamado déficit va a provocar que tengamos que endeudarnos más que nunca en la “Historia de España”, hasta llegar a números inasumibles desde un punto de vista financiero y ético. No podemos volver a un sistema en el que la sociedad sea dirigida por personas que no tienen nombre en un mercado internacional de bonos de deuda pública.
El proceso de ajuste del endeudamiento se producirá en el largo plazo; sin embargo, las empresas deben marcarse como objetivo inmediato su reducción así como la optimización de sus políticas de liquidez.
Como decía Ana Botín hace unos días: “el empleo privado es el que sustenta al público”. El crecimiento del empleo privado depende de lo que seamos capaces de trasladar el mercado: Financiación público-privada para actualizar empresas al estado post covid-19, haciendo nuevas apuestas competitivas (I+D+i), y camiones de optimismo. Este binomio es lo que puede sustentar las nuevas necesidades de las cuentas públicas.
Construir un estado de optimismo es el mejor ejercicio de liderazgo que podemos hacer en una empresa. Optimismo para asimilar los cambios en nuestras rutinas de trabajo, optimismo para conseguir nuevos clientes, optimismo para idear nuevas soluciones capaces de competir, optimismo para repensar nuestro Plan Estratégico.
El miedo y la urgencia no debe ser el motor del cambio en las políticas financieras de nuestras empresas, sino la visión de que el entorno es absolutamente volátil y hace imprescindible la total alineación del área financiera con la estrategia de la empresa.
Este estado de optimismo ha de partir de un análisis realista de la situación en la que está nuestra empresa, los retos que afronta y la conciencia de la necesidad de tomar decisiones a corto y medio plazo. Nuestro estado de ánimo positivo como CEOs o propietarios es un elemento crítico para nuestro equipo, forjar los nuevos procesos y el compromiso que vamos a necesitar.
Dejando a un lado actitudes inocentes, tenemos que empatizar con nuestros clientes (oírlos, conversar con ellos), estudiar la nueva situación competitiva de la empresa (saber a lo que nos enfrentamos en realidad), reorganizar recursos, abandonar y adquirir nuevos, adaptar nuestra comunicación (presentar nuestra oferta en un nuevo mercado). Podemos construir un estado de optimismo que desarrolle el mercado que necesitamos.
En la dirección de la empresa tenemos que iniciar un liderazgo de optimismo que incorpore a más personas y partners. Empresas con un importante grado de creencia en sus posibilidades son las que harán crecer el nuevo mercado.
Por José María Zambrano,Director de 3CS Economistas