Cuando aún no se había superado la crisis de confianza de la última década entre los ciudadanos y los gobiernos, el coronavirus ha provocado un shock alterando el decurso del siglo XXI y exigiendo una aceleración de todos los procesos innovación pública y social.
La pandemia de la Covid-19 ha brotado súbitamente en un momento de transición para las instituciones y organizaciones sociales de medio mundo. Cuando aún no se había superado la crisis de confianza de la última década entre los ciudadanos y los gobiernos, el coronavirus ha provocado un shock histórico alterando el decurso del siglo XXI y exigiendo una aceleración de todos los procesos en marcha.
Este shock sistémico se ha producido en un momento de gran impulso de las iniciativas de gobierno abierto, planes de innovación y transformación digital, para hacer más democráticas y eficientes las administraciones a través de programas políticos encaminados a configurar un nuevo contrato social, verde y digital en el marco de la Agenda 2030.
La pandemia ha puesto de manifiesto la necesidad de arquitecturas institucionales más flexibles, ágiles y resilientes, que sean capaces de incorporar toda la energía civil para aprender de su talento y creatividad, dándole mayor protagonismo a la ciudadanía
La complejidad y dimensión de la pandemia ha puesto de manifiesto la necesidad de arquitecturas institucionales más flexibles, ágiles y resilientes, que sean capaces de incorporar toda la energía civil para aprender de su talento y creatividad, dándole mayor protagonismo a la ciudadanía (activistas, emprendedores, tejido asociativo, academia, makers…). No solo en la toma de decisiones, sino también en el diseño e implementación de las estrategias.
Conforme se centrifugaba a millones de empleados a teletrabajar desde sus casas, se hacía más poderosa la idea de pensar las organizaciones como flujos más allá de los organigramas estáticos de lugares y personas. Transformar las jerarquías en redes, concebirlas como cuerpos sociales dinámicos, no solo amplía su radio de acción y su conectividad exterior, también reactiva sus fortalezas internas, aflora los liderazgos ocultos, multiplica el valor social producido y maximiza el uso eficiente de los recursos en una época de limitaciones.
Los laboratorios de innovación pública, social o ciudadana, o laboratorios de gobierno, junto a otras formas de innovación abierta y diseño social, se reivindican como proyectos inspiradores de un cambio de paradigma: de las instituciones que ordenan a las instituciones que aprenden. Pensar las organizaciones bajo el prisma de la ciencia de redes y la ética de los rizomas –nodos, enlaces, hubs, comunidades…– nos debería permitir una aproximación a la compleja tarea de configurar los ecosistemas de innovación y creatividad en el ámbito de lo público y lo social.
Este informe elaborado por Raúl Oliván para la XXVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, propone un modelo denominado Hexágono de la Innovación Pública (HIP) que promueve un cambio sistémico a través de seis vectores (OPEN_ abierto, TRANS_ transversal, FAST_ ágil, PROTO_ modelado, CO_ colaborativo y TEC_ tecnológico) basados en las propiedades de las redes y en el análisis de 105 metodologías que usan las agencias más innovadoras del mundo.
El informe incluyen una herramienta de autodiagnóstico y el HIP-SIM, una primera aproximación a un software abierto para visualizar, modelar y simular la creación de ecosistemas innovadores con el que queremos propiciar una comunidad y un debate internacional.
Para leer el informe completo Foto portada: BBVA