La Década Digital de Europa y las políticas públicas 0 1410

La pandemia causada por coronavirus demuestra que la sociedad ha llegado al límite de lo analógico: de ahí que sea necesario acelerar el compromiso con la innovación. Ahora bien, esta gran aceleración debe hacerse con salvaguardias y medidas de protección.

Europa debe liderar el camino digital, o tendrá que seguir el camino de otros, que están fijando normas para nosotros”. Así anunciaba la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en el debate sobre el Estado de la Unión Europea, que ésta tiene que ser la Década Digital de Europa.

Ursula von der Leyen marcó el plan inicial para la Europa digital con unos objetivos claramente definidos en vista al año 2030. Estas metas se basan en tres grandes pilares: datos, tecnologías e infraestructuras. Para ello, la Década Digital de Europa prepara un anclaje de mecanismos, regulaciones y políticas públicas orientadas a garantizar los objetivos de la UE de bienestar, sostenibilidad, protección e igualdad, y soberanía tecnológica.

En primer lugar, datos. La Presidenta reconoció que Europa ha llegado tarde y ha perdido la soberanía sobre los datos personales de su propia población, que ahora están en manos de compañías no europeas. El objetivo del nuevo plan es evitar que esto vuelva a ocurrir con los datos industriales: el 80% de los datos industriales están recogidos, pero no se están utilizando. Así, el reto es el de conseguir que todas las empresas –en especial las PyMES y nuevas compañías- así como sectores sean capaces de absorber y hacer uso de esos datos para allanar el camino de la innovación en su ecosistema.

Para ello, se espera que los “mercados” comunes de datos que garanticen la interoperabilidad y explicabilidad se canalicen a través de GAIA-X, la nube europea de datos que busca convertirse en la alternativa a los servicios de computación en la nube ofrecidos por los gigantes estadounidenses y chinos. Hacer de los datos un activo endógeno para usos endógenos.

En segundo lugar, tecnologías. Se busca promover la creación de corredores europeos mediante 5G, en especial en sistemas de conducción autónoma, agricultura de precisión, y salud. También se anunció que se crearían nuevas regulaciones para la supercomputación. Ahora bien, los dos aspectos más importantes fueron dos. Primero, la propuesta de una ley sobre inteligencia artificial para atajar una mayor transparencia de la caja negra del proceso algorítmico. Segundo, la puesta en marcha de una plataforma de Identidad Digital Europea segura y transparente, y que permitirá acceder a servicios digitales de forma transfronteriza.

En tercer lugar, las infraestructuras. La propuesta más importante fue la de poner fin al dividendo digital: la brecha digital con lo rural, que a día de hoy equivale a que un 40% de la población en zonas rurales no tiene acceso a redes rápidas de ancha banda. Para ello, se ha abierto ya un proceso de consulta hasta enero de 2021 que busca redefinir la metodología e impacto de las políticas de ayuda ya existentes para la financiación pública de redes de ancha banda.

Ahora bien, estas ideas –que dieron lugar a opiniones tanto positivas como negativas- necesitan pasar de ser propuestas a planes. Y es aquí donde reside la cuestión: que sean planes ejecutables, sostenibles en el largo plazo, y realmente competitivos dentro y fuera de la UE. Para hacer que Europa transite hacia lo verde y digital, necesitamos hacerlo desde dentro, pero también ser lo suficientemente resilientes ante estímulos externos. Por eso, la Comisión Europea anunció que el 20% del total de las inversiones del programa “Next Generation EU” se destinará a tres áreas: conectividad, habilidades y servicios públicos digitales. A ello le acompaña un nuevo mecanismo de Ajuste en Frontera para la fiscalidad digital, que busca proteger todos esos esfuerzos endógenos.

El bienestar, la sostenibilidad, los derechos fundamentales y la igualdad deben ser el paradigma con el que la digitalización permee todas las capas de la sociedad, desde lo local a lo europeo

Sin embargo, en el discurso sobre el Estado de la Unión no se abordaron varios aspectos que paradójicamente resultan ser esenciales en el objetivo de ser tanto autosuficientes como sostenibles. Se apuntó que esta Década Digital Europea se basará en cuatro principios claros: el derecho a la intimidad, a la conectividad, la libertad de expresión, la libre circulación de datos, y la ciberseguridad.

Pero no se habló del proyecto principal de la Comisión: la Directiva de Servicios Digitales, piedra angular y fundacional de lo que podría convertirse en el marco de regulación de las plataformas de economía digital, con todos los problemas sistemáticos que conlleva en estrategias digitales de penetración de mercados, competencia con mercados extranjeros y equidad. Esta misma Directiva regularía la seguridad de los usuarios online, y un sistema comunitario de cooperación para la supervisión de las plataformas.

Tampoco se habló del Escudo de Privacidad UE-Estados Unidos que regula la transferencia de datos, y que en julio de este año fue invalidado por la Corte de Justicia de la UE al no garantizar suficiente protección a los datos provenientes de la UE. Un tercer aspecto que se echó también en falta fue responder a las dudas sobre falsos positivos y posibles abusos que han surgido a raíz del posible plan de la UE para establecer una base de datos de reconocimiento facial de uso común por parte de las autoridades policiales. Otro asunto del que no se habló –aunque se materializó una semana más tarde- es la propuesta de un “pasaporte” europeo para regular los cripto-activos y la tecnología blockchain utilizada.

La Década Digital de Europa aparece como una excelente oportunidad para avanzar en los retos analógicos –brecha rural, reciclaje profesional y nuevas habilidades educativas, vertebración económica transfronteriza- así como para fortalecer aquellos retos nuevos que nacen de la mano de la digitalización. El bienestar, la sostenibilidad, los derechos fundamentales y la igualdad deben ser el paradigma con el que la digitalización permee todas las capas de la sociedad, desde lo local a lo europeo. Y, para ello, debemos mirar hacia dentro, pero también a lo que viene de fuera. Sólo con esta mirada dual y responsable podremos hacer de la digitalización un compañero idóneo.

Raquel Jorge Ricart es becaria Fulbright en Washington, D.C. (Estados Unidos, GWU), especializándose en políticas públicas tecnológicas y digitales. Ha trabajado en proyectos sobre tecnología y planificación de políticas en el Berkman Klein Center for Internet & Society de la Universidad de Harvard. Es miembro del Observatorio sobre el Impacto Social y Ético de la Inteligencia Artificial (OdiseIA).

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