Vivimos tiempos inciertos en el que la desconfianza es uno de los rasgos característicos de nuestra era. Una tendencia que ya se manifestaba desde mucho antes de la pandemia de la COVID19. Las causas para esta desconfianza son diversas y complejas, pero entre ellas destaca la falta de liderazgos inspiradores que generen adhesión e ilusión por el futuro.
Así lo muestran recurrentemente diversos estudios como el Barómetro Edelman 2021. En su última edición, ninguna de las cuatro instituciones sociales que mide el estudio era confiable para la mayoría de la sociedad (gobierno, empresas, ONG y medios de comunicación) .
Este mundo cada vez más complejo y sofisticado nos interpela a construir nuevas coherencias y exige construir organizaciones mucho más resilientes sobre la base de la seguridad, la sostenibilidad y la responsabilidad para reconstruir el tejido económico y social. La pandemia nos ha desnudado como sociedad mostrado las debilidades y limitaciones de nuestros sistemas organizativos, ya fueren públicos o privados. Un baño de humildad que nos urge a prepararnos para futuras contingencias al tiempo que nos confronta con las contradicciones de algunos de nuestros valores y prácticas.
Reconstruir nuestro tejido económico y social no puede hacerse con las recetas del viejo mundo, han quedado obsoletas. Necesitamos nuevas fórmulas y prácticas para garantizar no sólo nuestra forma de vida, sino igualmente la cohesión social y territorial. Ello exige nuevas formas tanto del diseño de las políticas públicas como de las estrategias corporativas. La realidad de hoy, como los riesgos de mañana, requieren nuevas formas de generación de valor y nuevas prácticas económicas, sociales y medioambientales para gestionar de forma coherente la tecnología, el capital humano y el capital natural.
Reconstruir la economía y la sociedad de este shock requiere hacerlo sobre nuevas premisas alejados de soluciones cortoplacistas basadas el business as usual. Muchos sectores empresariales están comprometidos o en transición hacia nuevos y desconocidos escenarios debido al impacto de las nuevas tecnologías con la digitalización, la inteligencia artificial y la robotización a la cabeza.
Una nueva realidad que obliga a las empresas a replantarse prácticamente todo para no quedarse obsoletos. Las compañías deben repensar sus productos y servicios, sus modelos de negocio, los procesos de fabricación y gestión, la gestión del talento de los colaboradores y hasta una nueva forma de relacionarse con el entorno y sus grupos de interés para seguir siendo viables.
Muchos directivos y gestores de empresas son conscientes del impacto en sus modelos de negocio de la tecnología, pero no siempre ocurre lo mismo con otro de los vectores de cambio del entorno de negocios que se avecina, como es la ineludible necesidad de adaptarse a la economía del propósito y la nueva cultura del desarrollo sostenible.
Hoy es un must conocer e incorporar una visión económica inclusiva y sumarse a los Objetivos de Desarrollo Sostenible. La emergencia de los ODS y de la Agenda 2030 suponen un cambio importante en el escenario global del entorno de negocios y de la forma de diseñar e implementar políticas públicas.
Algunos creen erróneamente que eso es responsabilidad de los gobiernos y de las instituciones. En parte es verdad, aunque también lo es que los agentes económicos y sociales tienen igualmente una tarea que cumplir. Es una responsabilidad colectiva y es inteligente anticiparse. Las empresas que no transiten hacia modelos de negocio que apuesten por prácticas responsables, van a estar sometidas a riesgos que pueden comprometer gravemente su viabilidad.
Por un lado, las empresas van a estar bajo presión por los riesgos regulatorios. Nuevas regulaciones que afectarán a la actividad empresarial, ya que el sector público y el legislador están enviando señales nítidas al mercado de nuevas regulaciones de control de emisiones, normativas de reciclaje, incorporación de estándares laborales, etc.
Por otro, las empresas estarán sometidas a riesgos reputacionales. Ya vemos hoy cómo se multiplican esos riesgos frente a los diferentes grupos de interés, con consumidores cada vez más informados y más activos que nos interpelan a la necesidad de más transparencia y de una gestión inteligente de la marca.
Las empresas con un compromiso claro en proyectar un propósito compartido con la sociedad contarán con un mayor capital reputacional y por lo tanto una posición de ventaja competitiva. Según el informe “Better Business, Better World” presentada en el Foro Económico Mundial en Davos, el impacto económico de la apuesta por el desarrollo sostenible está valorado en más de 12 billones de dólares para los próximos años. Una gran oportunidad de mercado para aquellas empresas que tengan un propósito y una visión clara, además de generarles un indudable valor intangible para las compañías.
No se trata de hacer revoluciones, pero sí evoluciones.
Así, el nuevo liderazgo organizacional debe sustentarse en la ejemplaridad y la capacidad de tejer nuevas complicidades de forma transversal. No se trata de hacer revoluciones, pero sí evoluciones. Pequeñas medidas de forma progresiva y sostenida en el tiempo para adaptar productos y procesos para generar impacto. Promover la eficiencia y el ahorro energético, la movilidad sostenible, ahorrar papel, reciclar, incentivar a los proveedores a ser sostenibles, implantar el ecodiseño y apostar por la educación ambiental de los colaboradores pueden generar un nuevo círculo virtuoso de generación de valor nuevo.
Una organización resiliente es una organización sostenible, responsable y saludable. Cuidar los procesos, producir y gestionar de forma sostenible no solo protege los ecosistemas y la biodiversidad, protege a los colaboradores, los clientes y a la sociedad. Es un ejercicio de responsabilidad y una condición necesaria para la resiliencia.
De todo ello hablaremos en el «7º Congreso Internacional de Responsabilidad Social» que se celebrará en Zaragoza los días 10,11 y 12 de febrero de 2021 bajo el lema ‘medir para transformar’. En un año marcado por el impacto de la COVID19, las instituciones, organizaciones y las compañías no solo tenemos que comprometernos con una nueva forma de hacer, también de medir el impacto de nuestras acciones y rendir cuentas de manera transparente.
Para el camino que tenemos que transitar no tenemos ni brújula ni manual de instrucciones. Sabemos, sin embargo, que el mundo y la sociedad serán diferentes. Las ideas y los valores se acreditan con acciones, por lo que tenemos que demostrar nuestro compromiso desplegando una narrativa, valores, actitudes, acciones y políticas que nos permitan volver a conciliar lo más rápidamente posible progreso, seguridad con sostenibilidad.