Con motivo del décimo aniversario del índice Energy Transition Índex, el informe Fostering Effective Energy Transition 2021 destaca los progresos para abordar las emisiones de gases de efecto invernadero generados por la generación de energía al tiempo que destaca que más de 770 millones de personas aún carecen de acceso confiable a la electricidad.
A medida que los países continúan su progreso en la transición hacia una energía limpia, es fundamental promover prácticas económicas, políticas y sociales que garantizen que el progreso sea irreversible.
Según el informe Fostering Effective Energy Transition 2021 del Foro Económico Mundial, el Energy Transition Index compara a 115 países en el desempeño de sus sistemas energéticos y sus progresos en los últimos 10 años.
El informe destaca que en la última década solo 13 de 115 países ( el 10%) hicieron progresos consistentes, lo que demuestra la necesidad de renovar enfoque y resiliencia de nuestros sistemas energéticos para alcanzar los objetivos climáticos de la próxima década.
Suecia lidera la clasificación mundial, seguida de Noruega y Dinamarca. Los 10 países principales representan alrededor del 2% de la población mundial y aproximadamente el 3% de las emisiones de CO2 relacionadas con la energía.
Si bien el top 10 está compuesto exclusivamente por países desarrollados, el Reino Unido y Francia son las únicas economías mundiales importantes que figuran en el Top 10. De los países con economías emergentes o en desarrollo, Letonia ocupa el lugar número 12.
Los combustibles fósiles siguen siendo la fuente dominante de energía mundial, representando el 81% de toda la energía en 2018. Reducir la dependencia del carbón, el petróleo y el gas es imprescindible para lograr los objetivos climáticos vitales como los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU y el Acuerdo de París. .
El informe describe tres áreas de enfoque clave para aumentar la resiliencia de la transición energética:
1. Una transición justa para todos. El cambio a formas de energía con bajas emisiones de carbono no debe socavar la seguridad económica y financiera. Las instituciones deben implementar medidas que respalden sus economías, incluida la reevaluación de la política energética y las decisiones de inversión.
2. Acelerar la electrificación. La descarbonización de los sistemas de energía solo se puede lograr mediante una mayor financiación para la investigación y el desarrollo junto con una mejor colaboración intersectorial como método más efectivas para la ampliación de las fuentes de energía renovables.
3. Redoblar la colaboración entre los sectores público y privado. La inversión anual en energía limpia y eficiencia energética debe multiplicarse por seis para 2050 según el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU. Se necesita más colaboración entre los sectores público y privado para conseguirlo. Eso debería incluir asumir riesgos compartidos y poder atraer inversiones a largo plazo.
Y es que a pesar del impulso y los progresos en la transición energética, es necesario un esfuerzo mayor El impacto de la pandemia de la COVID-19 nos ha mostrado la necesidad de centrarnos en la resiliencia de la transición energética para prevenir y gestionar los riesgos a los que nos enfrentamos. El aumento de las desigualdades sociales, los desafíos de la cooperación internacional y los cambios geopolíticos exigen un enfoque inclusivo y holístico
En definitiva, para conseguir encarrilar un progreso sólido y resistente, la transición energética debe estar firmemente arraigada en la legislación, la conciencia del consumidor, las infraestructuras y las inversiones.
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