Paquita Sauquillo deja la Presidencia del MPDL. Después de 40 años de servicio público en primera línea dice que va a seguir apoyando pero que ahora les toca a otros liderar el Movimiento por la Paz el Desarme y la Libertad. Siempre en acción hacia una nueva batalla que por librar al servicio de los demás. Por Leonard Pera.
Cuando la llamé hace unos días para charlar con ella y comentarle agradecido lo que había significado el MPDL y ella en mi vida me cortó tajante, “anda, anda” me soltó y se me puso a hablar del último articulo que había publicado sobre la necesidad del dialogo y la salida negociada al conflicto catalán. Y es que así es Paca. Sin tiempo para las sensiblerías ni para la melancolía, siempre en acción hacia la nueva batalla que hay que librar. Si buscas cariñitos desde luego no has venido al lugar apropiado.
Conocí a Paquita en la Universidad Autónoma de Madrid. Yo estaba en una asociación de estudiantes y estábamos organizando un seminario que se llamaba Norte-Sur. Un compañero de estudios comentó que él tenía acceso, vía su padre, a Paquita Sauquillo y así es como la invitamos a las jornadas y vino. Llegó a la Universidad como un huracán, nos habló de cooperación internacional, de los procesos de desarme, de justicia y de la igualdad. Paquita era ya toda una leyenda, luchadora antifranquista con la ORT, abogada laboralista de la transición, referencia de la lucha por la libertad y en ese momento Eurodiputada.
Al acabar la charla estuvimos comentando, y entre anécdota y anécdota (la última como la había sacado por la noche de un hotel en Túnez, puesto un capuchón en la cabeza y llevado a un reunión clandestina con Arafat), me cogió aparte y me dijo: “Vente la semana próxima al M que tenemos que hablar”. Así lo hice.
Y me cambió la vida. Allí ya conocía a Esteban Tomás y todo el grupo que trabajaba con temas de racismo sobre todo con los gitanos, poca inmigración había aún. A Manuel de la Rocha, padre, otro laboralista luchador, a Guedán a Mariano Calle y su pasión por Cuba y a tantos y tantos que me abrieron la mente y me ayudaron a comprender el mundo, a los que admiré y de los que intenté aprender.
Poco a poco fuimos haciendo un MPDL también nuestro, con mi compañera Olga, que más tarde sería la madre de mi hija, con mi hermana Sabina, con Ivo, con Javier, Echanove, Eva, Susana o tantos otros y con jóvenes muy capaces que entonces solo soñaban con cambiar el mundo y que ahora tienen en sus manos hacer cosas para cambiarlo como Teresa Ribera o Manolo de la Rocha. Éramos todos muy jóvenes.
Seguir a Paquita era difícil. Habría mil puertas, mil proyectos y los demás intentábamos seguir el ritmo como podíamos, coger las ideas, ejecutarlas y prepararnos para la nueva que trajera. Vino el trabajo en Colombia, en Cuba, o la guerra de Bosnia. Recuerdo las salidas de los objetores hacia Bosnia, o cuando nos contó en la Habana su reunión con Fidel, recuerdo en Bogotá a la señora que se agarraba de un brazo contándole no se qué penuria a Paca y como Paca la miraba impasible mientras a mí casi se me escapaban las lágrimas. Ella no se inmutó, pero al llegar horas después a la sede dio instrucciones para que se actuara en aquel caso. Yo pensé que no había escuchado nada y que desde luego no iba a hacer nada. La señora seguro que también, no hubo empatía, ni abrazo ni cariño. Hubo acción, acción para solucionar problemas, acción por la justicia. No había tiempo que perder con tonterías.
Luego vino el Parlamento Europeo y todas esas puertas que abrió. Recuerdo irla a recoger a su casa y bajar con Fernando Morán diciendo ¿te importa que le acerquemos? O cuando estando en un evento me dice “ven aquí” y me presenta a Felipe González “este chico tiene la cabeza bien mueblada” le dijo. Y Felipe miró con esa media sonrisa que parece que se está riendo por dentro.
Yo ya trabajaba en Telefónica, cuando ocurrió lo del Mitch. La llamé por la noche a ver que podíamos hacer. A los 3 días había cogido vacaciones y me enviaba a Guatemala, mantas, reparto de comida, colaboración con Médicos del Mundo y la sensación que nunca se puede olvidar del alivio de ver aparecer al ejercito español y ponerse a desplegar tiendas de campañas con esa eficiencia que solo ellos tienen. Estuvo noches y noches sin dormir, llamando, organizando, poniendo de su dinero para intentar paliar aquella catástrofe humanitaria. Emma Bonino, entonces Comisaria Europea responsable de Ayuda Humanitaria, seguía recordando años después lo pesada que podía ser Paquita cuando se trataba de presionar para conseguir ayuda para algo así.
Pasaron los años, pero ella siguió allí, luchando, incansable al pie del cañón, los refugiados, la inmigración, los derechos de las mujeres o las misiones en África o América Latina. Viviendo una vida personal tan dura que a muchos les hubiera tumbado, pero ella siguió trabajando por los demás, por un mundo más justo.
Seguía en primera línea, pero emocionada también con el cambio. Recuerdo en el año 2000 hablarme de la nueva ejecutiva de Zapatero ilusionada con las ganas y capacidad que tenía el nuevo equipo. “Llama a este, que este sabe de lo que habla” me dijo pasándome el teléfono de Enrique Martínez que por entonces era también muy joven pero desde luego ya sabía de lo que hablaba.
La última vez que la vi fue hace dos años, era una sesión del Ciclo de Cine por la Paz sobre los cascos blancos en Irak. En la mesa redonda posterior estaba ella y mi querido Mac, parecería que se cerrara el circulo. Yo iba con mi hija Indira. Ya le había contado quién era Paquita y el ejemplo que era para todos. Paca se quedó mirando a Indira y le dijo “carai, como te pareces a tu padre. Espero que no sea solo en el aspecto”.
Para alguien tan poco propenso a los halagos fue el mejor cumplido que me pudo decir y yo se lo devuelvo con estas líneas de agradecimiento y de admiración. No solo por lo que ha significado en mi vida sino en la vida de tantos que ni si quiera sabrán nunca quien ha sido Paquita Sauquillo. Claro que cuando lo lea pensará: “anda, anda”.
Leonard Pera, fue Presidente de Jóvenes del MPDL y es Director General de Open-Ideas