Lo local como opción para cumplir en 2030 0 866

Ros

Desde que ocurrió la revolución industrial hace más de 250 años, nos encontramos en un mundo que atraviesa los cambios más acelerados de su historia. Así, los cambios económicos y tecnológicos cambiaron los paradigmas sociales, provocando un aumento significativo y constante de la población mundial, el desarrollo agigantado en todas las áreas de producción llevado a cabo por la implementación del sistema económico capitalista y la contribución de la globalización, generó que los Estados adquirieran un rol menos interventor en la economía, ocasionando un enfoque económico que prioriza el consumo masivo en lugar de la producción sostenible.

Bajo esta premisa, se estableció que el crecimiento económico es el camino para la mejora continua de la prosperidad humana en el planeta. No obstante, a lo largo de los años se demostró que los actuales modelos económicos que imperan en el mundo resulta ser inestables, incapaces en la distribución de los beneficios obtenidos del crecimiento y pobre a la hora de gestionar el entorno del que dependen las personas.

El crecimiento económico ocurrido en los últimos 50 años generó un desarrollo sin precedentes históricos, pero las consecuencias de este desarrollo tienen una correlación directa con el deterioro del sistema armonioso de nuestro planeta, siendo así el principal contribuyente en los cambios generados a nivel medioambiental, como son el aumento en los niveles de contaminación, la pérdida de la biodiversidad, el cambio climático y algunas de las crisis sociales más recientes.

De esta manera, basándonos en los estudios de L,Steffen (2015), es identificable que los cambios estructurales en el planeta Tierra son provocados por el aumento de la actividad humana a partir de su desarrollo y actividad económica a partir de la revolución industrial, acrecentándose con la globalización, debido a que el desarrollo en la conectividad dentro del comercio permite un crecimiento más acelerado y un deterioro medioambiental en consonancia.

Por tanto, es menester entender que el sistema de producción y consumo, generado por los actuales sistemas económicos que no tiene en cuenta el equilibrio natural del ciclo de vida de la materia, por lo que está deteriorando el planeta a un ritmo acelerado, poniendo en jaque la vida humana, así como la de todas las especies con las que cohabitamos. Al respecto, según estudios científicos recientes, está comprobado que si no cambiamos el actual modelo de producción tendremos una situación complicada para los años posteriores al 2030.

Recordemos que actualmente el planeta Tierra tarda un año y siete meses en regenerar lo que nosotros consumimos en uno, por lo que tenemos un déficit muy por encima de lo sostenible; a su vez, si las tendencias de producción y consumo de la población se mantienen a este nivel para el año 2030, se necesitará el equivalente a 2 planetas Tierra para sostener la vida humana en el globo. (Global Footprint Network, 2018). El investigador Johan Rockström estableció en el año 2009 los límites planetarios para que la humanidad continúe desarrollándose y prosperando en las generaciones siguientes.

Dichos limites están alejados de los puntos de no retorno, por lo que son una advertencia clara de que si no se realiza una intervención oportuna podríamos transgredir el umbral. Si estos límites se sobrepasan los resultados serían el colapso de la vida tal y como la conocemos. Los impactos serían simplemente devastadores.

Por esto, las Naciones Unidas elaboró en 2015 un Plan de Acción hasta el año 2030 basado en 17 objetivos globales para actuar frente a este problema que pone en riesgo la vida humana. Esto con la finalidad de incentivar a los Estados y a los actores no gubernamentales a modificar sus acciones y adoptarlas para el cumplimiento de estos 17 objetivos.

Teniendo en cuenta cómo actúan los Estados y los actores no gubernamentales, se visualiza que será muy difícil ejecutar la Agenda 2030 en la forma que se está planteando, ya que ha quedado demostrado que las políticas públicas y estrategias emanadas por las organizaciones internacionales no tienen el resultado esperado, debido a múltiples factores, entre ellos la disparidad entre los Estados, la poca o nula cooperación entre los actores involucrados y la resistencia de algunos países en el abordaje de los problemas globales por medio de la gobernanza global, por lo que terminan por no cumplir en su totalidad los objetivos fijados; un ejemplo de ello son el Protocolo de Kyoto y el Tratado de París.

Teniendo en cuenta estas circunstancias, es necesario buscar alternativas organizacionales a nivel político para generar las modificaciones oportunas con el objetivo de obtener mayor eficiencia y eficacia en la implementación de las estrategias globales dentro de cada Estado. Actualmente es evidenciable las acciones emanadas por sectores de la poblaciones en todo el mundo en la democratización de las evidencias que indican que las actividades humanas tienen impactos ambientales adversos y observamos una creciente concientización ciudadana sobre la crisis ecológica.

Estas acciones son un gran paso, así como la promoción de estrategias de producción armoniosas con el medioambiente, como es el caso de la economía circular, o acciones que va más allá, como la actual demanda por parte de la comunidades organizadas y por actores no gubernamentales de tener mayor autonomía en la implementación proyectos vinculados al desarrollo de los Objetivos para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, o mayor independencia desde los niveles de organización estatal más cercanos a la población (municipios, las parroquias, etc.. ) en la planificación, implementación y evaluación de los compromisos adquiridos a nivel global, entendiendo a la crisis ecológica como un problema global, que amerita acciones locales para solución.

Es momento de que lo local determine lo Global, de que la descentralización sea la opción para trabajar por la implementación de los Objetivos para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.

Pensemos Globalmente, actuemos localmente.

Rosmel Rodríguez, politólogo y Embajador del Pacto Climático Europeo. Twitter : @Ros_Rodriguez

Previous ArticleNext Article

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *