El fracking es la extracción de petroleo en pozos no convencionales, que lleva a desarrollar prácticas que resultan perjudiciales, como son el uso excesivo de agua y la contaminación por metales pesados, que tiene graves efectos negativos en el medio ambiente y la salud humana.
El fracking es una técnica para facilitar la extracción de combustibles fósiles que de otra manera sería imposible por las características físicas de esos yacimientos. Para ello, se requiere de agua mezclada con otras sustancias para obtener petróleo o gas natural. Se trata de una alternativa para enfrentar la futura escasez de hidrocarburos.
Los pozos de petróleo no están abasteciendo la demanda energética que requiere la sociedad para continuar con el ritmo de vida actual. British Petroleum calculó que había 1.65 trillones de barriles de petróleo en 2020. Con el consumo promedio anual de poco más de 35 billones de barriles al año, se estima que quedan aproximadamente 47 años de reservas.
Algunos países desarrollados han buscado combustibles fósiles en pozos de combustibles no convencionales, incluyendo una técnica para aumentar su extracción llamada fracturación hidráulica o fracking.
Miguel Ángel Santinelli, director de la Facultad de Responsabilidad Social de la Universidad Anáhuac (Méxixo), explica que esta técnica de extracción se basa en la perforación de pozos verticales en donde se utiliza agua en alta presión con diferentes químicos para fracturar las rocas que rodean los depósitos de petróleo y gas, que, a diferencia de los pozos convencionales, no se encuentra aislado, sino mezclado con otras partículas.
Los beneficios de la utilización del fracking son la reducción del coste de energía, una mayor extracción de combustibles fósiles y la creación de empleos relacionados a estas actividades.
Sin embargo, la fracturación hidráulica tiene repercusiones en el medio ambiente. Un solo pozo requiere entre 9 y 29 millones de litros de agua, suficiente para llenar hasta ocho picinas olímpicas. Esto representa 10 veces más el volumen requerido comparado con el modo convencional de extracción.
El agua utilizada se mezcla con cientos de sustancias químicas, como alcoholes, sales y ácidos, además de metales pesados como el plomo y el mercurio. Según la Alianza Mexicana contra el Fracking, el 25% de estas sustancias pueden causar cáncer, afectar al sistema endócrino y dañar el sistema nervioso. El agua de retorno no es apta para su uso posterior ya que llega contaminada. Sin un manejo adecuado, esta agua puede filtrarse al subsuelo, contaminando los mantos acuíferos usados para el consumo humano.
El caso de México
En el caso de México, la práctica del fracking compromete la disponibilidad del agua en zonas del país donde ya es limitada. La Comisión Nacional del Agua (Conagua) declaró estado de emergencia en 2021 por la persistencia de condiciones de sequía extrema y severa., sobre todo en áreas rurales y zonas marginadas en las grandes ciudades, según el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.
México posee una de las mayores reservas de gas en el mundo, estimada al equivalente de 59,900 millones de barriles de petróleo por la Administración de Información Energética de EE.UU. Desde 2017, el fracking se encuentra regulado mediante los lineamientos expedidos por la Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA) y Conagua.
Actualmente se cuentan con más de 8,400 pozos de fracking en siete estados: Chiapas, Coahuila, Nuevo León, Puebla, Tabasco, Tamaulipas y Veracruz, tres de estos estados tienen una grave crisis de agua. El ritmo de explotación anual de estos pozos equivale al necesario para cubrir el consumo doméstico entre 1.8 y 7.2 millones de personas en un año.
Aunque la actual administración federal se comprometió a prohibir esta técnica de extracción, no se cumple. La Alianza Mexicana contra el Fracking reportó en 2020 que la Comisión Nacional de Hidrocarburos aprobó seis planes de exploración de combustibles a partir de fracking a empresas públicas y privadas, además de que Petróleos Mexicanos, en su Plan de Negocios 2019-2023, sigue colocando la exploración de yacimientos por fracturación hidráulica como una prioridad.
Sin embargo, es una realidad que los daños ambientales causados por el fracking van mucho más allá de cualquier beneficio económico que se pueda obtener. Para Santinelli, debería ser la última opción una vez que los yacimientos convencionales se agoten, pero sin duda alguna, lo mejor será apostar por las energías renovables.
Fuente: Expok.com.mx