Para construir una banca responsable es fundamental que las entidades impulsen planes con los que avanzar en su transición verde. Conocer el impacto de su actividad, a través de métricas como la huella de carbono, es el primer paso para reformular el negocio a partir de criterios basados en la sostenibilidad e ir comprobando, conforme se aplican las medidas, su eficacia a favor del medioambiente.
Reciclar los residuos que desechamos en nuestro día a día, apostar por fuentes de energía renovables, reducir la huella individual de carbono en nuestra vida cotidiana a través del uso del transporte público o la reducción de plásticos, etc.
En los últimos años, con este fin han surgido distintas iniciativas que se comprometen a reducir emisiones para alcanzar la neutralidad climática en 2050 y evitar que la temperatura mundial supere los dos grados centígrados respecto a la época preindustrial.
Esto ha supuesto un hito en el camino hacia una banca más responsable, en el que las entidades, además de interesarse por disminuir las emisiones propias, buscan impulsar la financiación verde o las inversiones sostenibles entre sus clientes, por ejemplo. Es en este contexto donde entra en escena la huella de carbono, un indicador clave en la lucha contra el cambio climático.
Reducir la huella de carbono
Nuestra actividad diaria libera a la atmósfera compuestos como el metano (CH4), óxido nitroso (N2O), hexafluoruro de azufre (SF6) o dióxido de carbono (CO2). Este último es el más abundante y el que contribuye, en mayor medida, al aumento de la temperatura terrestre.
El rastro de dichos gases de efecto invernadero se conoce como huella de carbono. El objetivo de esta métrica ambiental, además de calcular la cantidad de emisiones directas o indirectas producidas por el ser humano, es conocer el impacto que tienen las actividades sobre el calentamiento del planeta y tomar medidas para contrarrestarlas.
A su vez, la huella de carbono es un indicador que forma parte de una medición sobre el estado global del medioambiente y que es denominada como la huella ecológica. Esta incorpora también la huella hídrica, huella del suelo y huella de materiales para medir aspectos como el terreno necesario para desarrollar una actividad, así como la biocapacidad del planeta para absorber o asumir los desechos y contaminación generados por la misma.
Conocer cuál es la huella de carbono es el primer paso para desarrollar acciones dirigidas a reducirla. En el caso de las organizaciones, incluidas aquellas del sector bancario, hay tres parámetros generales:
Emisiones directas o de alcance 1: son los gases emitidos directamente a través de la combustión en maquinarias, hornos, vehículos o calderas, que estén bajo la propiedad o control de la entidad. También se tienen en cuenta las emisiones fugitivas, es decir, aquellas producidas por fugas en los sistemas de calefacción, aires acondicionados o averías.
Emisiones indirectas o de alcance 2: son los gases emitidos mayoritariamente a través del consumo de energía comprada a un tercero y consumida por la entidad durante el desarrollo de su actividad.
Otras emisiones indirectas o de alcance 3: son los gases emitidos en actividades realizadas por terceros y que guardan relación con la entidad, pero no forman parte de su propiedad ni de su control, como puede ser el transporte de sus profesionales o la cadena logística de los insumos que utiliza, entre otros.
¿Cómo reduce su huella de carbono un banco?
Tras medir su huella, las entidades bancarias pueden tomar medidas para disminuirla o compensarla, y contribuir así a aminorar los efectos negativos del cambio climático. En ese sentido, las principales líneas de acción de las entidades financieras como Banco Santander, por ejemplo, incluyen tanto contrarrestar las emisiones propias como ayudar a sus clientes en la transición hacia una economía verde. Algunas de ellas son:
Reducir las emisiones. En 2020, el banco logró la neutralidad de carbono en sus operaciones propias, tanto por la utilización de fuentes de energía renovables en sus instalaciones como por la compensación del resto de emisiones con el apoyo a iniciativas y proyectos de reforestación o energía eólica, entre otras. Otro aspecto que tiene en cuenta el banco es la eliminación de los plásticos de un solo uso en sus oficinas y edificios corporativos, lo que fue logrado en 2021, y la instalación de iluminación LED.
Descarbonizar la cartera. Santander se ha propuesto para 2030 eliminar completamente su exposición a la minería de carbón térmico en todo el mundo y dejar de proveer servicios financieros a los clientes del sector de la producción de energía eléctrica que tengan ingresos de más del 10% por carbón térmico.
Apoyar la transición verde. El banco financia iniciativas de energías renovables y asesora de forma activa nuevos proyectos que tengan un impacto medioambiental positivo para el planeta. Además, las distintas geografías cuentan con un catálogo de productos verdes, basados en los criterios ASG, (ESG en inglés, por Enviromental, Social y Governance) como hipotecas verdes, préstamos dirigidos a la eficiencia energética de los hogares u oficinas, financiación para proyectos de transporte (coches eléctricos e híbridos) o agricultura baja en carbono.
Entre los productos con criterios ASG también se encuentran préstamos para la instalación o leasing de placas solares, préstamos para sistemas de calefacción y aires acondicionados eficientes y leasing de coches eléctricos e híbridos, entre otros. Además, el banco dispone del Sistema de Clasificación de Finanzas Sostenibles (SFCS),una guía interna con criterios técnicos que utiliza para clasificar actividades como verdes, sociales y sostenibles.
Fuente: Banco Santander