Se cumplen ahora tres años de la mayor revolución que ha conocido la Unión Europea desde su creación, la respuesta a la pandemia de la COVID19. Una situación dramática que cambió el rumbo de Europa. Hoy en día nadie duda de que sin esos meses locos y valientes de la primavera de hace tres años no estaríamos ahora en la situación que estamos.
En marzo del 2020 los ciudadanos europeos se encerraban en sus casas, primero Italia, luego España y todos los demás, con distintos grados de incidencia y de impacto; se trató de una pandemia que acabó con la vida de casi cuatro millones de europeos. El impacto no fue solamente el drama humano de tantas vidas perdidas y tantas familias afectadas. Las restricciones a la movilidad de la propia pandemia y de las medidas tomadas para controlarla afectaron a la sociedad y la economía Europa.
En esos momentos de miedo se fraguó una auténtica revolución en las instituciones europeas, cayó un paradigma y nació otro. Pero para que eso pasara y la Unión Europea se reinventara de esta manera tuvo que haber una confluencia de varios factores.
Ya en marzo, a las pocas semanas de decretar el confinamiento, el presidente del Gobierno de España, Pedro Sanchez, reclamaba una acción contundente a la Comisión Europea. España iba a ser uno de los países más afectados, un país dependiente del turismo y de los servicios que vio caer su PIB un 11% en el año 2020. Tanto Italia como Portugal, con los gobiernos de Conte y Antonio Costa al frente, se sumaron activamente. Se estaba creando un eje mediterráneo por la Europa social. Los países que en la crisis del 2008 fueron insultados como PIGS ahora tomaban un papel activo en propuestas de la solución.
Pero no nos engañemos, fue la presencia de Angela Merkel en la Cancillería alemana el factor determinante. Una Angela Merkel que en la anterior crisis había tenido un papel muy discutible en esta ocasión, al final de su carrera y consciente de que esta crisis podría acarrear el final de Europa, dio un giro fundamental a la posición alemana.
La gestión de la crisis del 2008 estuvo a punto de provocar la salida de varios países de Europa y creó grandes movimientos de desafectados que en Grecia movilizó Siritza hasta la jefatura del Gobierno y que provocaron amplios movimientos contestarios con el 15M en España o 5 Stelle en Italia.
Pero esa crisis provocó también un auge de la extrema derecha que ponía en riesgo los valores más esenciales de la Unión. Esta vez Merkel asumió el papel de liderazgo que se necesitaba y llevó a Alemania a apostar por temas que siempre habían sido tabú. La mutualización de la deuda, la congelación de las limitaciones de déficit fiscal y de las condiciones de estabilidad.
En la Comisión Europea Úrsula von der Leyer, la primera mujer presidenta de la Comisión Europea, proveniente de la democracia cristiana, mostró una visión social de Europa como hacía tiempo no se veía en esta institución y Charles Michel, un liberal belga de escaso recorrido internacional al frente del consejo, conformó una capacidad incansable de negociación que ya le había llevado a ser el primer ministro más joven de Bélgica después de fraguar un pacto entre cuatro partidos.
Ellos son los que fueron capaces, en apenas dos meses, de presentar una propuesta tan revolucionaría que parecía imposible que llegara a ver la luz. En mayo del 2020 apenas dos meses después del inicio de la pandemia ya existía una ‘negotiating box’ estructurada.
En junio la Comisión Europea presentó su propuesta definitiva, una propuesta que incluía todos los aspectos fundamentales de Next Generation. El Plan para salvar a Europa avanzaba a la vez en los dos ejes fundamentales que ya se habían definido como los grandes retos a los que se enfrentaba Europa desde antes de la pandemia: la sostenibilidad y la transformación digital. Un plan en el que no se utilizaban los fondos habituales de la Unión, se creaban nuevos mecanismos de financiación y se establecían también una serie de mejoras estructurales. Todo ello manteniendo los programas ya en marcha.
En definitiva, una reacción a la altura de lo que Europa necesitaba en ese momento. Asumir la necesidad de un liderazgo desde las instituciones, un keynesianismo en estado puro, y las 3Ps: Políticas, Presupuestos y Planes.
Pero una cosa es una propuesta de la Comisión y otra es que sea aprobada por el Consejo Europeo. El portavoz de la Comisión imploraba en su presentación: «Es indispensable alcanzar un acuerdo. Ahora es el momento».
El proceso de negociación de la propuesta de la Comisión Europea no fue fácil. Tensiones, presiones, chantajes e incluso amenazas de referéndum y de bloqueo. Se utilizaron todas las armas posibles.
En apenas un mes 27 jefes de estado y de gobierno se pusieron de acuerdo en refundar Europa. Lo nunca visto antes.
Aún no tenemos la perspectiva histórica de cual será el impacto a largo plazo de la salida del Reino Unido de la Unión, pero lo que sí podemos suponer es que el proceso de aprobación del Plan Next Generation EUy el Marco Financiero Plurianual habría sido mucho más complicado con una presencia británica activa en la Unión. La fuerte oposición inicial de la Hungría de Orbán o las reticencias del holandés Rutte habrían contado con un gran aliado. Sin embargo ahora, acabaron por ceder.
Fue finalmente el 20 de julio de 2020 en el Consejo Extraordinario cuándo se aprobó el gran Plan Marshall Europeo. “We did it”, anunció triunfal Michel flanqueado por von der Leyer; ambos llevaban grabadas en sus caras las horas de negociación de los días y noches previos. Pero el objetivo estaba cumplido.
Se había aprobado el Plan. Un plan que ha permitido que gran parte de la Unión Europea haya recuperado los niveles de bienestar previos a la pandemia y que se hayan podido tomar medidas de protección social para evitar daños irreversibles en tantas familias.
La ejecución del Plan no está siendo sencilla, requiere cambios legislativos, políticas palanca, estructuración de los fondos de los componentes con normativas diversas en los países y competencias muchas veces distribuidas como en el caso de España. Quedan aun unos años en los que se tienen que ir completando las acciones. Una oportunidad que no podemos desaprovechar.
Pero hoy en día nadie duda de que sin esos meses locos y valientes de la primavera de hace tres años no estaríamos ahora en la situación que estamos. Unos meses en los que confluyeron responsables de muy diversas ideologías y bagajes culturales pero que entre todos apostaron por hacer frente juntos al mayor reto al que se había enfrentado Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Y está funcionando.
Leonard Pera. CEO de Open-Ideas.