El Informe Draghi “Una estrategia de competitividad para Europa“, es uno de las aportaciones más relevantes de los últimos años para reflexionar sobre el presente y el futuro de Europa. Es un informe ambicioso y detallado que llega en un momento crucial para el viejo continente, esto es, al inicio de una nueva legislatura europea con una nueva Comisión y un nuevo Parlamento comunitario.
Lo hace también en un momento de una cierta crisis de confianza en el futuro de Europa. A pesar de que la UE ha sabido reaccionar ante las múltiples crisis a las que se ha enfrentado en los últimos años, como la pandemia de la COVID o el impacto de la guerra de Ucrania, la UE muestra una evidente falta de cohesión interna. Europa tiene ante sí el reto de tomar decisiones con una cierta celeridad sobre cuestiones estratégicas y afrontar algunas de las importantes debilidades estructurales tanto en el terreno económico de de la competitividad como en el de la seguridad energética y la seguridad colectiva del continente.
Pero Draghi, lejos de regocijarse en las debilidades, hace una llamada a la acción. Europa tiene las bases para ser una economía altamente competitiva con un modelo que combina una economía abierta, un alto grado de competencia de mercado y un sólido marco jurídico y políticas activas de lucha contra la pobreza y de redistribución de la riqueza. Un modelo que ha permitido a la UE conjugar altos niveles de integración económica y desarrollo humano con bajos niveles de desigualdad en comparación con el resto del mundo.
Algunos solo ven únicamente el vaso medio vacío, y es cierto que tenemos debilidades, pero otros muchos consideramos que la UE tiene unas bases sólidas que le pueden permitir construir una nueva propuesta de valor y de progreso. Como bien apunta Draghi, Europa ha construido a lo largo de las últimas décadas un mercado único de 440 millones de consumidores (y 23 millones de empresas), que representan en torno al 17% del PIB mundial (aunque va menguando).
Lo hemos hecho, además, alcanzado unos índices de desigualdad de ingresos inferiores en unos 10 puntos porcentuales en comparación con los EE.UU. o con China, e igualmente con buenos resultados en materia de gobernanza, sanidad, educación o protección del medio ambiente. Es decir, el punto de partida es sólido.
A pesar de ello, ningún éxito del pasado garantiza ningún éxito del futuro por lo que hay que revisitar algunas de las certezas con las que hemos convivido en los últimos años. La UE no ha conseguido evitar la fragmentación económica entre los países del norte y sur de Europa, encarrilar la vulnerabilidad energética y su dependencia de terceros países o construir una política fiscal común.
Es por ello, que Draghi nos interpela a trabajar en tres ámbitos de actuación prioritarios para afrontar el futuro:
1. Reformas y gobernanza económica
Uno de los pilares del Informe es la necesidad de avanzar en una mayor integración económica dentro de la UE. Draghi propone una serie de medidas para fortalecer la Unión Económica y Monetaria (UEM) y hacerla más resistente a futuras crisis mediante reformas fiscales y reforzando la gobernanza económica con una mayor coordinación fiscal entre los Estados miembros, así como por la implementación de reglas fiscales más flexibles que permitan a los países hacer frente a choques económicos.
Draghi reconoce que las reglas fiscales actuales, como el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, han sido demasiado rígidas y no permiten a los gobiernos responder adecuadamente a situaciones excepcionales como las crisis energéticas o las pandemias. El informe sugiere la creación de un fondo fiscal común para hacer frente a emergencias y financiar inversiones estratégicas en toda la UE. Este fondo actuaría como una red de seguridad financiera para los países más vulnerables y promovería la convergencia económica entre los Estados miembros, reduciendo las brechas de desarrollo.
2. Impulso a la inversión en tecnología y sostenibilidad
Draghi destaca la importancia de aumentar las inversiones en tecnología, innovación y transición energética como claves para el crecimiento futuro de Europa. Propone una mayor colaboración entre los sectores público y privado para financiar proyectos de investigación y desarrollo en áreas como la inteligencia artificial, la robótica, la ciberseguridad y la energía renovable.
Asimismo, proclama la necesidad de acelerar la transición hacia una economía verde, impulsando inversiones en energía limpia y promoviendo la descarbonización en sectores clave como el transporte y la industria para mantener su competitividad global y cumplir con los compromisos climáticos.
3. Autonomía estratégica, seguridad y gobernanza
Draghi aborda la necesidad de desarrollar una mayor autonomía estratégica, particularmente en áreas como la seguridad energética, la defensa y la tecnología. En el ámbito de la energía, destaca la necesidad de diversificar las fuentes de energía y reducir la dependencia de combustibles fósiles, especialmente del gas ruso.
Aboga por un plan europeo de inversiones masivas en infraestructuras energéticas que incluya la construcción de nuevas plantas de energía renovable, la expansión de las redes de interconexión eléctrica entre países y el desarrollo de tecnologías para el almacenamiento de energía.
Draghi también sugiere la creación de un mercado común de energía más integrado, que permita una distribución más eficiente de los recursos energéticos y reduzca la exposición de los Estados miembros a fluctuaciones en los precios internacionales.
En materia de defensa, aboga por una mayor integración militar, la creación de una fuerza de defensa europea conjunta para tener una respuesta más rápida y coordinada ante crisis internacionales y aumentar las inversiones en tecnologías de defensa y mejorar la cooperación con la OTAN, sin dejar de lado los esfuerzos por desarrollar capacidades autónomas en defensa.
Europa, además, debe renovar su ambición de desempeñar un papel más activo en la gobernanza global, asumiendo un liderazgo en cuestiones como la lucha contra el cambio climático, la regulación de las grandes empresas tecnológicas y la defensa de un sistema comercial internacional basado en reglas justas y claras. Y si bien reconoce la importancia de mantener buenas relaciones comerciales con China, advierte sobre los riesgos de una excesiva dependencia tecnológica y la necesidad de proteger los intereses europeos en áreas críticas.
En definitiva, el Informe Draghi es una visión integral y ambiciosa para el futuro de la competitividad de Europa. Pero solo con recomendaciones más o menos ambiciosas no es suficiente. Sus aportaciones no son nuevas pero es probablemente de las pocas personalidades que mantiene un cierto capital reputacional y autoridad para subir el nivel de ambición y autoestima colectiva en Europa.
El reto ahora es conseguir que la nueva Comisión, el nuevo Parlamento europeo y los gobiernos tienen que mostrar el mismo nivel de ambición y de decisión que nuestra Draghi en su informe. Y es en ese terreno donde se generan más dudas. La voluntad política de los Estados miembros para avanzar hacia una mayor integración y cooperación en áreas clave es más que dudosa, por lo que la sociedad civil deberá dar un paso adelante y ejercer una presión inteligente para hacerlo posible.
Tenemos claro el relato y la hoja de ruta de lo que hay que hacer. ¿Sabremos aprovecharlo?.
Pau Solanilla es editor de Sostenibles.Org. Socio de Sector Público en Harmon.